Contacto

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VendajeSentado en la butaca de la cabina asistencial, apoyo la cabeza sobre el lateral del mueble mientras cierro los ojos y disfruto del sopor de vuelta a la base. Dado que Jack -el otro técnico- es también conductor, intercambiamos el timón del barco, como le gusta decir, mediada la guardia. Quizá debería haber elegido un menú más ligero, pero los espaguetis y el filete con patatas parecían la mejor opción después de una mañana de avisos y con otras siete horas por delante.

El timbre del teléfono móvil desvanece mis ensoñaciones desde la zona de conducción. Alzando la voz para sobreponerse al rugido creciente del motor, Eva recita: accidente en la planta cárnica, hemorragia grave. El golpe de adrenalina me ayuda a incorporarme para, asido a la barra al efecto que recorre el techo, hacerme apresuradamente con sueros, gasas y vendas de los estantes. El impulso de la frenada previa a la primera rotonda me devuelve casi volando al asiento, donde me abrocho de nuevo el cinturón de seguridad. Nota mental: la siguiente guardia, sopa y ensalada. Sigue leyendo

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Fiesta

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Fuegos artificialesUna explosión cubre el oscuro cielo con tonos anaranjados. La segunda, más fuerte, emplea un celeste que recuerda al mar. Otra más, otra… Miles de espectadores rodean la carpa de asistencia sanitaria que las dos decenas de voluntarios allí reunidos hemos desplegado un par de horas antes, en caso de que la protección brindada por la patrona de la acogedora población serrana no sea suficiente. Para nosotros, servicios preventivos como este suponen la oportunidad de saludar y bromear con los compañeros que vemos cada mucho tiempo, dado que las guardias habituales son de apenas tres o cuatro personas. Una sobrecogedora detonación cierra el espectáculo pirotécnico, dando paso a la ronda de aplausos y marcando el comienzo de la recogida del dispositivo.

Es difícil hacerme el loco cuando el coordinador solicita un conductor para devolver a la central la ambulancia de préstamo: soy de los pocos que se mueve en transporte público y vive en la capital. De súbito, la agradable brisa del fin del verano trae a mi mente una idea. ¿Guardia esta noche? Antes de alcanzar la decena de propuestas, ya he conseguido reclutar un colaborador de otra base y otros dos compañeros recientemente incorporados, ansiosos de experiencia. Pronto iban a comprobar que el mito de que las ambulancias de refuerzo son más movidas tiene parte de verdad. Sigue leyendo

Impresiones

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ImpresionesAlcanzado el mediodía, apenas hemos realizado tres sencillos avisos desde el comienzo de la guardia. La UVI móvil está completamente revisada, su material repuesto, y no hay ninguna avería que Heihachi -el segundo técnico de a bordo- y yo podamos reparar, como es nuestra costumbre. Plenamente consciente de lo sencillo que resulta invocar a los dioses de la emergencia, me sitúo en el centro de la sala de descanso y enuncio en voz alta las palabras mágicas: Qué guardia más tranquila. Maestro separa la vista del diario mientras lanza al aire su queja: joé, casi tenía el sudoku.

De acuerdo a lo previsto, un minuto después el móvil de los avisos reclama nuestra atención timbrando y revolviéndose sobre la mesa del estar, provocando que Enformera me lance una mirada de desaprobación. Una media sonrisa escapa de mis labios al replicar: así Ángela aprovecha la guardia… La joven estudiante de enfermeria tuerce el gesto al verse involucrada, pues pese a que sólo nos conocemos desde hace unas horas, sospecha acertadamente que es el deseo de acción lo que me verdaderamente me mueve. Sigue leyendo

Ausencia

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MetroCon un movimiento totalmente mecánico, mis dedos activan de forma autónoma el interruptor de los destellantes. En respuesta, los laterales del pasadizo de acceso a las urgencias del hospital refulgen en color ámbar hasta que emergemos a la noche. La dirección recién recitada por la operadora a través de la emisora, que Martes acaba de anotar diligentemente en el registro de avisos, corresponde a la bocacalle de una gran avenida de nuestra zona habitual de trabajo, por lo que ni siquiera consultamos el callejero; son las ventajas de llevar varios meses trabajando a un ritmo de veintipico avisos por noche. ¿Qué tenemos ahí? inquiere mi compañero. Un paciente psiquiátrico que quiere ingresar, responde la voz entre el chisporroteo analógico del sistema de comunicaciones.

Es habitual recibir cada noche al menos un aviso de estas características. Pacientes ya diagnosticados que, dudando de su capacidad para afrontar las horas venideras, solicitan ser trasladados al único recurso especializado disponible: las urgencias hospitalarias. Por un lado nos resulta ciertamente frustrante no poder hacer nada más por ellos que un mero servicio de taxi, pero por otro la sencillez y la rapidez con la que habitualmente se resuelven juegan a nuestro favor. Genial -comenta Martes- con algo de suerte aligeramos la cola de pendientes. Sigue leyendo

Fuego amigo

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Luces Azules«Tratamiento: no precisa. Acudir a atención primaria si repite el episodio». Al tiempo que el bolígrafo de Eva vuela sobre un informe médico dejando un descriptivo rastro de exploraciones, la sosegada pero firme voz de Carol instruye a la joven paciente sobre cómo plantar cara a la angustia si la atenaza de nuevo. De súbito, un inesperado timbre de teléfono móvil interrumpe ambas tareas; apartando por un segundo la vista de la hoja, la doctora se sonríe al leer «Los Cansinos» en la pantalla que ahora destella, pues ya ha olvidado que alguien en un turno anterior sustituyó el nombre de contacto habitual de la central por otro algo más cómico. Pero por muy cansinos que sean, no es frecuente que nos interrumpan mientras estamos realizando un aviso.

¿Os queda mucho ahí? No, estamos terminando. Tenemos disparos en una vivienda de la Avenida Sur ¿Podéis haceros cargo?. Claro, confirma Eva, al tiempo que arranca la hoja autocopiativa, ya completada, para despedimos con premura de la paciente y de su familia. Mientras emprendemos la ruta por el itinerario óptimo, dibujado segundos antes en la mente de Director -el conductor de esta tarde- contactamos de nuevo con la central. ¿Sabemos algo más? No mucho, hay heridos pero se desconoce el número, también se dirige al lugar un Vehículo de Intervención Rápida. Al ritmo de las sacudidas del viaje, preparo en la cabina asistencial varios sueros intravenosos previamente calentados para ahorrar algo de tiempo: llegar al hospital unos segundos antes puede ser decisivo para un herido por arma de fuego. Sigue leyendo

Visión en túnel

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EfectoTunelEspero que esta mañana tengamos muchos avisos. Le entiendo perfectamente, cuando completé el período de aprendizaje y comencé a conducir ambulancias yo también deseaba ponerme al volante una y otra vez para experimentar esas sensaciones tan características y practicar lo aprendido. No acaba de transcurrir la primera hora de guardia cuando surge una aviso que satisface a la perfección sus expectativas: tanto el trayecto desde la base hasta el lugar como desde allí hasta el hospital son aparentemente sencillos. Inmediatamente, el flamante conductor, otro compañero y yo salimos hacia el lugar con las luces de prioridad activadas.

El rugido del motor se torna más y más agudo, puesto que los cambios de marcha se producen a muchas revoluciones, cuando la electrónica interrumpe la inyección de gasóleo. Asumo mi papel de conductor-tutor: durante los primeros minutos el motor todavía está frío, por lo que conviene circular en marchas más largas para no forzarlo. Su respuesta, un lacónico «ya, ya» no llega a confirmarme que lo haya procesado. La pendiente de la autovía parece empujar con fuerza el vehículo, y la aguja del velocímetro comienza a entrar en una región peligrosa. No es necesario ir tan rápido -explico- el aviso no parece grave, y aunque lo fuera necesitamos garantizar que llegaremos. «Ya, ya». La sensación de velocidad se acentúa al rebasar a un camión que circula por el carril derecho de la autovía. ¡Blam! De súbito, una enorme mano invisible parece sacudir lateralmente el furgón. Sigue leyendo

Cambio de planes

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TunelAcostumbrados a las velocidades con las que acudimos a las emergencias, los relajados límites legales hacen que uno de los túneles de la autopista subterránea de la capital -la conexión más rápida entre el hospital y la base- aparente ser interminable. Mas cada norma suele tener su sentido: he de pisar el freno bruscamente al descubrir un cúmulo de vehículos detenidos en el centro de la calzada unos metros más adelante. Al tiempo que pulso instintivamente los interruptores que activan los lanzadestellos, escudriño la cabeza de la retención distinguiendo un pequeño turismo sin daños aparentes detenido en el carril central.

Heihachi -el segundo técnico de la unidad- y yo no necesitamos más. Detengo la UVI móvil en posición oblicua, con objeto de proporcionar un área de seguridad lo más amplia posible, y le propongo un plan que sé que aceptará de buen grado, pues él es el experto en mecánica: Estamos fatal en medio del túnel ¿Le echas un ojo a ver si se puede mover, mientras yo señalizo? Y, de acuerdo a lo previsto, él se acerca al vehículo averíado, ahora transformado en un peligroso obstáculo, y yo me hago con los conos luminosos y corro unos metros contra el tráfico para advertir con antelación a los conductores del bloqueo, al tiempo que solicito telefónicamente la presencia de los agentes de intervención de Calle30. En el interior de la unidad, Némesis cuestiona nuestro trabajo, según su interlocutor me relataría después. ¿Por qué se bajan esos dos? Que más nos dará que haya uno ahí parado. Espera -responde confiadamente Maestro- saben lo que hacen. Sigue leyendo

Cosas del directo

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WalkieUno de los muchas aspectos de los que puede presumir mi organización de voluntariado es la disciplina en las comunicaciones: esta cuestión aparentemente secundaria supone una gran ayuda en la actividad habitual y proporciona la seguridad de estar en permanente contacto con la central, especialmente útil cuando la situación se complica. El rígido protocolo de petición de acceso, el uso de códigos y la formalidad en el lenguaje logran la coordinación de todos los equipos de la Comunidad de Madrid mediante un solo canal, y el sistema en abierto permite que cada uno conozca en todo momento la situación del resto.

Hoy, el silencio en la red de radio habla por sí mismo. Parece que está la mañana tranquila, comento a mis dos compañeros de guardia. Las ambulancias de nuestra zona permanecen disponibles en sus bases, lo que disminuye la probabilidad de que tengamos que acudir a avisos por estar ocupadas. La confianza que da compartir dotación con un equipo a toda prueba y el tiempo que hace que no coincidimos provoca que aprovechamos la guardia para ponernos al día de nuestras aventuras, asemejándose el ambiente más al de una reunión de amigos que al un entorno laboral, salvo por las bebidas alcohólicas que tendremos que aplazar hasta el fin del turno. Podríamos aprovechar para ir a tomar algo antes de comer, sugiero. Ambos secundan animadamente la propuesta , pero una llamada interrumpe bruscamente los planes. Sigue leyendo

Némesis

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VelasNo acostumbro a tener problemas para conciliar el sueño, pero esta noche soy incapaz de barrer de mi mente las funestas predicciones para la guardia de UVI móvil de mañana. Las características tan particulares de nuestro trabajo lo hacen mucho mejor o mucho peor que uno convencional según el prisma con el que se mire, y la enfermera que nos acompañará parece centrarse exclusivamente en la parte negativa, al contrario de lo que nos ocurre al equipo habitual.

Aunque sucedió varios meses atrás, recuerdo perfectamente la escena: empujo la camilla a través los pasillos del hospital, tratando de evitar toda brusquedad pues trasladamos una joven embarazada. Me doy cuenta de que la susodicha compañera trata de colgar su mochila de una de las agarraderas con objeto de liberarse de su peso, e inmediatamente le pido que no lo haga pues allí se encuentran las palancas de plegado de las patas, que podrían ser accionadas involuntariamente. Unos instantes después, mientras busco con la mirada el camino hacia la salida, un brusco movimiento de la camilla sacude mis manos, y observo con terror como las patas delanteras ceden provocando que la parte delantera de la camilla choque violentamente contra el suelo. Sigue leyendo