El suave comienzo de una melodía se introduce sin permiso en mis sueños desde el altavoz del móvil y me arrastra al aparentemente terrible mundo real. Giro sobre mi mismo extendiendo un brazo que alcanza inesperadamente el colchón. Mierda. Esta noche también dormía en casa de sus padres. Mediante un exagerado esfuerzo despego los párpados y me encamino al baño.
Pensamientos fluyen como el agua que recorre mi rostro antes de precipitarse al desagüe de la ducha. No puedo volver a perderla. Ya seco pero todavía afectado por la madrugada, otra preocupación me embarga al dirigir una desalentadora mirada hacia los dispositivos electrónicos que se entremezclan con diversa documentación sobre el escritorio. Tengo que encontrar la salida al proyecto fin de carrera o se enquistará para siempre. Relleno la alforja y completo la preparación engullendo un par de galletas. Una rápida comprobación al tacto de que hoy tampoco he olvidado afeitarme y salgo de casa. Sigue leyendo