¿Otra vez aquí? ¡Si ni siquiera hace veinte minutos! Al vernos junto a un nuevo paciente, la médico clasificadora a la entrada de urgencias no disimula su sorpresa. Quizá si esconde cierto desánimo al prever, en caso de mantener el ritmo, una noche saturada de trabajo. Llegados a este punto, el reto que afronto junto a Martes no es trasladar el máximo número de pacientes posible -ya se encargan otros compañeros de batir récords- sino el no dejar escapar la humanidad en el trato, lo que resulta en ocasiones complejo dada la presión asistencial. ¡Ya verás como no te da tiempo a echarnos de menos! deja caer Martes al pasar, ya con la camilla vacía, frente a la puerta de la sala de triaje.
El destino que nos comunica la emisora es conocido: un centro de internamiento de menores al que ya hemos acudido en un par de ocasiones, y en el que nos asombra la entrega de los trabajadores: son en ocasiones más jóvenes que ellos -al igual que nosotros- pero aún así se encargan de los allí recluidos con dedicación casi fraternal. Al apearnos del furgón en el patio central del edificio parece apreciarse cierta actividad en su interior, pese a que ya hemos alcanzado la madrugada. Sigue leyendo