Pasan las 12 de la noche… es Julio, por lo que no hace tanto que se ocultó el sol pero la temperatura ya es muy agradable. Tan sólo llevo un par de semanas trabajando con Martes, mi compañero actual, pero ya hemos alcanzado el punto en el que frente a un paciente grave cada uno sabe lo que tiene que hacer, y con simplemente una mirada entiende lo que el otro quiere decirle. Y es fundamental, puesto que en la ambulancia somos sólo dos técnicos, sin más. De hecho, durante la última libranza quedamos para gastar mi primer sueldo en una mochila con su material para el trabajo (sí, el equipamiento de las ambulancias en esa empresa era ciertamente ligero). Como dos chavales con ganas, material y a los que se les da bien su tarea, nos vemos preparados para todo. Y ese es uno de los primeros errores que se cometen en este apasionante mundo.
«Treinta años, corte en una mano en su domicilio», nos informa el eco metálico de la emisora. Todo apunta a un aviso tranquilo; incluso cuando pasados unos minutos notificamos a la central que ya hemos llegado y ésta nos responde: «Con delicadeza, es un compañero» no nos extrañamos mucho, dado que nuestro trabajo es tan particular que mucha gente se dirige a nosotros como «compañeros»: administrativos de hospitales, vigilantes de seguridad, barrenderos, auxiliares de geriátricos… Pero este no es el caso. Sigue leyendo