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El veloz desplazamiento del paisaje a través de las ventanas del tren me hipnotiza. He descubierto que desde el fin de las clases hace apenas tres semanas desconecto del entorno con excesiva facilidad. La reunión de la cooperativa inmobiliaria ha transcurrido dentro de lo previsible -lo que resulta positivo dada la situación- pero tampoco ha conseguido despegar de mi esa sensación insípida.
No es el destello del sol al emerger en Plaza de España el que me devuelve a la realidad, sino el de una patrulla de Policía Nacional que se detiene al otro lado de la calle Princesa. Allí se aprecia un pequeño tumulto que no se genera con una ganga, con un titiritero, ni siquiera con una pelea; de alguna forma, me resulta familiar, más aún cuando aprecio a una persona tendida en su centro. Sigue leyendo