No me resultó difícil escoger el eje vertebrador sobre el que girará este diario, dado que es aquello que más me motiva y a lo que me quiero dedicar, pero sí que me costará no entrar en otros temas que también me apasionan como los siguientes:
Para relajarme y disfrutar, nada mejor que dedicar un par de horas a buscar en la red una receta que no haya elaborado todavía, adaptarla a mi estilo y a mi despensa y pasar a la acción en la cocina: los problemas se disuelven al ritmo de los ingredientes y siempre tiene final feliz… una deliciosa cena, todavía mejor si va acompañada de un buen vino. No es difícil encontrar inspiración en bitácoras y recetarios.
Hablando de alimentos, no puedo olvidar que en el mundo hay para todos, pero sólo si lo repartimos con un poco de cabeza. A esto se le puede llamar de muchas formas, pero la idea es la misma: actuar, consumir y moverse teniendo en mente que no somos la única persona sobre el planeta; desde mi punto de vista es más cómodo, barato y divertido. La red es una herramienta para descubrir que no soy el único que piensa así, y pasar a la acción colaborando y proponiendo.
Ésto último no está reñido con la modernidad en absoluto. De hecho, me encanta estar al día de las novedades tecnológicas en todos los ámbitos y analizar cuáles aumentarían realmente mis posibilidades, pero sin perder de vista que lo mejor para alguien puede ser lo que otro no necesite: me encanta reparar, adaptar y optimizar casi cualquier elemento para que cumpla mis expectativas o las de otro, y por estas razones soy firme defensor del software libre.
Algo similar me ocurre con la decoración y el bricolaje. Pocas actividades aportan tanta tranquilidad posterior como el transformar el hogar según tus necesidades; y no hablo de exclusivos muebles a medida sino de aquella suerte de manualidades basadas en mobiliario de bajo coste.
Aunque no la disfrute todos los días, siempre cuento con mi bicicleta, también reconstruida como parte de mí, empleando muchas horas y palabras de sabios. Ella me acompaña cuando me muevo por la ciudad y cuando descubro nuevos lugares dentro y fuera de mí, y no siente celos cuando admiro una elegancia inalcanzable con un motor.
En general me resulta raro encontrar algo que no me interese conocer. Y si el conocimiento viene de la mano de un maestro de la narrativa, resulta una combinación peligrosamente adictiva. También me atrae la actualidad, incluso sus sectores considerados tradicionalmente aburridos como la política o la economía, especialmente si van acompañados de un análisis crítico.
Y para los momentos de verdadera desconexión, nada mejor que cultura popular: la historia transmitida por un buen filme, un clásico de la literatura que no te permita emerger de sus páginas, la trama de una serie que emociona o aquella música capaz de mudar el estado de ánimo. Trato aparte merece la fotografía, por ser una forma de creatividad tan accesible como llena de posibilidades: los fundamentos técnicos son sencillos, pero el arte está reservado a los maestros.
Sin olvidar los momentos de movimiento, ya sea defendiendo la portería, meditando largo a largo o matando el tiempo en el gimnasio doméstico. Y en el mundo virtual me cuesta, paradójicamente, desengancharme de los videojuegos de simulación de casi cualquier tipo (conducción, vuelo y por supuesto emergencias) y ocasionalmente algún otro que reconozca como una obra maestra.
Y muchas otras cosas que permanecerán en el tintero como los mapas, los Lego, las tipografías y el diseño gráfico, la calidad en los medios audiovisuales, los idiomas, los artículos de papelería, los productos de la destilación o fermentación de ciertos cereales, los viajes por España y Europa mochila al hombro, el mundo de Mafalda… y aquí me detengo, pues corro el riesgo de no completar jamás la lista.